La pérdida ósea puede ocurrir por varias razones, pero la causa más común de pérdida ósea es el resultado de la falta de un diente o de varios dientes que no han sido reemplazados o sustituidos.
Los dientes naturales que están incrustados en la mandíbula ayudan a estimular el crecimiento óseo al masticar y morder. Cuando los dientes que faltan no se tratan, el hueso ya no recibe esta estimulación, lo que hace que el hueso se reabsorba.
Sin un diente de reemplazo o una solución dental, el 25 % del hueso se pierde durante el primer año de la extracción de un diente y continuará deteriorándose con el tiempo.